"El primero que cayó en Trujillo: Manuel Búfalo Barreto"
Ciro Alegría Bazán
Estaba amasado con el barro del suburbio
y en su sangre había sal de lágrimas proletarias.
La idea se hacía acción de su brazo
y en su voz se quejaba el pueblo oprimido.
y en su sangre había sal de lágrimas proletarias.
La idea se hacía acción de su brazo
y en su voz se quejaba el pueblo oprimido.
Hablaba en media calle de insolencia
y sus palabras eran fustas
sobre las carnes seniles de los nuevos
encomenderos.
y sus palabras eran fustas
sobre las carnes seniles de los nuevos
encomenderos.
Cuando su brazo señalaba el horizonte,
el horizonte estaba cerca.
Sus ojos veían a la justicia social
más en los bolsillos de todos que los cobres del
sábado de pago.
el horizonte estaba cerca.
Sus ojos veían a la justicia social
más en los bolsillos de todos que los cobres del
sábado de pago.
Sus músculos se habían endurecido
comiéndose los hierros del garage
y su alma iba prendida al volante de la vida
en una carrera agónicamente desesperada:
para él la lucha era el pan del día.
comiéndose los hierros del garage
y su alma iba prendida al volante de la vida
en una carrera agónicamente desesperada:
para él la lucha era el pan del día.
Así era Búfalo, el que murió el 7 de julio.
Esa noche que se llenó más aún de sombras
para proteger a 200 héroes apristas,
él iba al frente y sus puños erguidos arengaban
entre un fulgor de machetes campesinos.
para proteger a 200 héroes apristas,
él iba al frente y sus puños erguidos arengaban
entre un fulgor de machetes campesinos.
Sus gritos explotaron como granadas
en el corazón de los defensores de los tiranos
y las picas, los machetes y los browings,
que esgrimían la miseria y el coraje,
se rieron
-con una trágica risa tinta en sangre-
de la metralla y de los mauseres.
En medio de la noche el rumor del combate se elevó
al cielo
como un luminoso canto,
pero él cayó entre la red musical de balas
y la tierra peruana sintió sobre su regazo un hijo
suyo.
Cuando amaneció, a los compañeros vencedores
les dolió como una herida en el pecho el jefe
muerto.
Pero todos vieron que sus ojos,
fijos en cada uno,
les decían las mismas palabras que habían
amado siempre.
en el corazón de los defensores de los tiranos
y las picas, los machetes y los browings,
que esgrimían la miseria y el coraje,
se rieron
-con una trágica risa tinta en sangre-
de la metralla y de los mauseres.
En medio de la noche el rumor del combate se elevó
al cielo
como un luminoso canto,
pero él cayó entre la red musical de balas
y la tierra peruana sintió sobre su regazo un hijo
suyo.
Cuando amaneció, a los compañeros vencedores
les dolió como una herida en el pecho el jefe
muerto.
Pero todos vieron que sus ojos,
fijos en cada uno,
les decían las mismas palabras que habían
amado siempre.
El nuevo camino comenzaba en la senda de su sangre.
Los rudos militantes de la justicia
cargaron el cadáver del jefe
con el alma en los hombros y en las gargantas
que lo mecían entre recios himnos de
anunciación.
Así, en las espaldas del pueblo,
entró a la historia Búfalo, en Trujillo, el año 32"
Los rudos militantes de la justicia
cargaron el cadáver del jefe
con el alma en los hombros y en las gargantas
que lo mecían entre recios himnos de
anunciación.
Así, en las espaldas del pueblo,
entró a la historia Búfalo, en Trujillo, el año 32"
En: La Tribuna. Lima, 17-II-1989, pp. 37
No hay comentarios:
Publicar un comentario