CANTO A HUÁNUCO
(Evocación)
Por: Luis G. Rivera Tamayo
Al evocarte, tierra, yo siento el vasallaje,
que ha impreso a mí espíritu el arrobador paisaje
de tu verde esmeralda en todo su esplendor;
Y dónde voy te nombra el corazón transido
y aún mis versos, sabes, que son como un gemido
colgados de tus frondas
de
mágico color.
Evoco sus plazuelas, tus casas, tus rosales,
tus huertos florecidos, tus campos, tus nopales,
y el río que te arrulla en mayestático son;
Evoco tus campiñas, tus jircas imponentes
que cual brazos robustos, erguidos y potentes
se alzan al infinito
¡desde
tu corazón!
Evoco tus barriadas, humildes, seductoras
de San Pedro y Huallayco, eternas portadoras
de dulces esperanzas, que añora el corazón;
Evoco tus chinganas, tus mozas chinganeras
que tras los mostradores expenden traicioneras
un viche de huarapo
¡y
un poco de pasión!
Evoco tus jaranas, fanfarrias bullangueras,
de la cholita guapa, de robustas caderas
se mueve y contornea al golpe del cajón;
las Cachuas melodiosas rasgando las guitarras
y los urpos jocundos vaciándose en las jarras
y en viches libadores
¡como
una exaltación!
Al recordar tus Templos, evoco el Coloniaje
y a la tapada casta que baja del carruaje
y menuda y sedeña penetra a “La Merced”;
Evoco al Caballero, León de los leones
de chaqueta ceñida y brillantes botones
que enamorado atisba
detrás
de una pared.
Recuerdos infinitos agolpase en mi mente,
del “Moras” solitario do quejumbrosamente
las piedras son la Historia del Huánuco de ayer;
Visión de fantasía, nimbada de leyenda
aflora de las “Pampas de Puelles” como ofrenda
a la Ciudad destruida
que
supo florecer.
Resurgen de sus calles briosos caballeros
de relucientes orlas y brillantes aceros,
desfile de caballos piafantes bajo el Sol;
Y tras de los barrocos, vetustos ventanales
las “Majas” sevillanas quebrando los cristales
de su gracia y salero
fundido
en un crisol.
Erguida de soberbia tornóse altiva y ruda
y el Padre de los Jircas, mostró su faz ceñuda
a aquellos hombres bravos, pero sin Dios ni ley;
y el “Rondos” sacudiendo potente las entrañas,
formó un maremágnum de todas sus montañas
y desbordó el torrente
a la
huanuqueña grey
Y allí quedó cual si fuera “Itálica famosa”,
y nunca más renació aquella hermosa rosa
que en sus bellos jardines cultivara el Marqués;
Y hoy el viento silbante que corre entre las frondas
apenas si halla el eco distante de las ondas
del rio rumoroso
que
se mece a sus pies.
Más volvió la fe. Mostrose el corazón sedeño
perdióse la soberbia y mostróse el huanuqueño
leal y piadoso como placía al Virrey;
refundado el pueblo desde Burgos se enviaría,
el presente de un Cristo que siempre reynaría
en la Ciudad altiva
aunque
no reyne el Rey.
Y aquí evócate Señor de mis abuelos
Cristo-Hombre, Cristo de Huánuco y de sus cielos,
de sus cholos, de sus indios y su existir;
Eres como el común denominador de todos
los sentimientos, que en varios y distintos modos
en tu fe y esperanza
¡han
jurado morir!
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Al evocarte, tierra, yo siento el vasallaje
que ha impreso a mi espíritu el arrobador paisaje
de tu verde esmeralda en todo su esplendor;
Y dónde voy te nombra el corazón transido
y aún mis versos, sabes, que son como un gemido
colgado de tus frondas
de
mágico color.
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